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miércoles, 4 de julio de 2012

RETRATO COTÉ SOLER


Coté me telefonea para pedirme que le haga unos retratos.
Acepto gustoso. Le cito en mi casa y aparece cuatro días después a la hora del café (le cito a esa hora porque la luz del sol, a la hora del café, suele bañar los rostros de un color similar a como yo imagino debe ser el color de los relámpagos).
Suena el timbre de la puerta, me levanto, abro. Allá está él: camiseta negra, pelo rubio despeinado, y esa sonrisa burlona que le acompaña de vez en cuando.
Nos abrazamos (hace más de dos años que nos vemos), le hago sentarse en el sofá. Tras cinco minutos de ponernos al día el uno del otro, me hace la siguiente observación: "Rober, lo que quiero de estos retratos es simplemente que se alejen de esa imagen mía de pillo, burlón, agranujado, malandrín, etc, etc". Ok.
Salimos a la terraza y, como siempre, le digo que haga lo que quiera, que piense lo que quiera...pero que todo aquello que piense o haga vaya en la dirección de lo que no desea mostrar a "los otros". Coté es Actor (y muy bueno) además de productor teatral de éxito. Coté es actor y yo soy actor (estudiamos juntos en la escuela de Arte Dramático de Cristina Rota), es decir, nos entendemos a las mil maravillas durante la sesión: hablamos de los hijos, de lo que no deseamos para nosotros ni para nuestros hijos (es decir, para los de nadie), de la familia...o mejor dicho, no hablamos: yo le hago preguntas, le voy exponiendo esos delicados temas pero le ruego que no los verbalice, sino que los piense, que los reflexione delante de mi objetivo.
El rostro de coté comienza a serenarse, piensa, su frente se contrae, de repente abre la boca como si quisiera devorar el aire, se queda quieto (aprovecho para susurrarle que se tome la libertad de quererme u odiarme), arruga su expresión como la de un tigre antes de atacar...contengo la respiración y aprieto el botón.

Gracias Coté por tu valentía y sinceridad.

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